Cuentan que somos la vida de una flor,
lo volcado en cada pétalo,
la suerte desnuda y arrojada
en las manos aliadas de aquel viento.
Un jardín de huellas coloridas
donde se besa las sed de mil vidas
y de alegría lloran los cúmulos oscuros.
Habla la voluntad limerente,
recita la muerte cuando escribe
sobre la mansa sonrisa en mi rostro,
mordiendo las pacíficas venganzas
que rompen el fuego.
Eres el puente y el abismo,
mis lances combativos
entre tus brazos de piedra,
manan como la sangre sin herida
en el vientre de una mujer pariendo estrellas.
La pura verdad, afilado silencio
cuando te tengo en mi boca y se hace de noche,
en ese instante de lluvia en la garganta de un río
estampida de latidos haciendo libre,
la canción dolorida, la ceguera quemada.
la suerte desnuda y arrojada
en las manos aliadas de aquel viento.
Un jardín de huellas coloridas
donde se besa las sed de mil vidas
y de alegría lloran los cúmulos oscuros.
Habla la voluntad limerente,
recita la muerte cuando escribe
sobre la mansa sonrisa en mi rostro,
mordiendo las pacíficas venganzas
que rompen el fuego.
Eres el puente y el abismo,
mis lances combativos
entre tus brazos de piedra,
manan como la sangre sin herida
en el vientre de una mujer pariendo estrellas.
La pura verdad, afilado silencio
cuando te tengo en mi boca y se hace de noche,
en ese instante de lluvia en la garganta de un río
estampida de latidos haciendo libre,
la canción dolorida, la ceguera quemada.
Constanza Everdeen ® ©