Irrumpe, no me tengas piedad
mata el hambre y el cuchillo
quema lo salvado
y llévatelo lejos.
Envuelve todo de ingrávidas caricias
vuelo de garza en la bruma,
eriza el manso pelaje del animal herido,
que desborde tu dulzura
conquistadora de verdades,
dame el sabor perturbador de la tortura.
Nos quiero ahogados
en el diálogo amotinado y oceloso,
espoleando los caballos salvajes de tus ojos
compitiendo por la extensión desnuda.
Y sentirnos como las primeras manos
en la única tierra habitable,
en los párpados infinitos de un sueño real
dentro de un hogar de tentaciones.
Constanza Everdeen © ®