Hay noches en el sueño
en las que aparece sobre mi cuerpo
como la luz del faro
dibujando aguas oscuras y claros de bosque.
En la ensoñación, soy desnuda
caminando bajo el foco engañoso
de las cosas perdidas
sin arredrarme ante el paso sin suelo
encuentro el vacío tan lleno de verdad
que dormida, despierta sueño
y vuelo a mi lugar.
Los nitos se retraen abriéndome el sendero
donde no necesito hablar con el silencio helado
aquel frío saliendo de su pecho
ahora es la sal de mi círculo.
No hay cielo negro, ni luna invisible
para el que sueña y reclama rubores izados
en el mar de su pena pálida
allí entre las espumas naufraga
la memoria con sus cadenas.