Ahí donde se pierden los rumbos y se abren los cercos
las palabras encuentran los límites negros.
Ahí donde el silencio penetra las sombras y las perlas crecen su brillo
nace ruidoso un misterio distinto.
Ahí donde dos faros miran la misma distancia y claman la misma ola
se acerca la luz a la herida huida.
Ahí donde el fuego desertor ha quemado hasta el dulzor del aire y el río se esconde
se aferran los juncos a las aguas ausentes.
Ahí donde los lirios se inclinan ante los huecos llenos de entregas y el deseo escribe
el destino se cura de sueños no valientes.
Ahí y siempre ahí
y nunca.
Constanza Everdeen.