Es tan fuerte la hiedra que crece del dolor enterrado
tan altos los muros de esa frontera
es tal la distracción en los ojos de las estrellas
que sueños y soga hacen el nudo decisivo
donde expiran los trenes del porvenir.
En la estación, un reloj que nació parado
y maletas llenas de hojas vacías
también unos zapatos nuevos y antiguos
que no irán al baile, ni pisarán la tragedia.
En el hierro de estas vías no está tu presentimiento
ni la fuerza, ni el vapor en los cristales
y es imposible distinguir entre el humo y el final.
Quizá hoy es el día en que la decisión se marche
con su boca callada, saltando por las traviesas
despertando entre durmientes y piedras
y otra vez, otro valor
falte a la cita.
Constanza Everdeen.
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