Es la honda noche,
avanzando por las dunas del tiempo
por la sangre que extraño
por el calor que siempre fue mío.
Desde los acantilados de ese amor
miran los ojos ardidos
la oquedad, lo ajeno, el abismo.
Silban los vientos haciendo espirales de tierra seca
cantan que ya no estás
que mi forma ya no está en tus manos.
La ausencia ahora hecha de arcilla
duerme en el fondo del afluente
en los charcos del llanto anterior
en la honda noche.
Constanza Everdeen.