Como esas estrellas que brillan y ya están muertas
palidece la ilusión en los brazos fríos de la costumbre.
Afuera andan matando árboles y ciervos
ensuciando con ruido las calles
acallando la sangre con baja violencia.
No basta con oler su sombra
los mil vestidos del miedo ante la suerte del espejo
roba los sueños ante un dios debilitado.
Algo que grita y no puede ser escuchado
algo que quiere y todo le son las noches
soñar otra claridad junto a la ventana
que seque las lágrimas al poema
que traiga otra primavera
otro deshielo del alma.
Constanza Everdeen.
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