Escribo en el trance y bebo de la vida
porque me arde y son mis llamas.
En sueños de día soy el sigilo
observando tu grieta en la noche
esa verdad que te crece ante los ojos
aunque no mires.
Vigilante desde la trinchera
tus pupilas bailan con la luna
vestida de aguas salinas, desnuda como los pájaros
que no comen de la mano del alma negra.
El humo de la salvia hace su escritura invisible
en este tiempo detenido de aromas y sonidos
como la profecía silenciosa abriéndose en el cuerpo
como la sangre que no sufre y corre.
Constanza Everdeen.
Tus versos, llama inmarcesible
ResponderEliminarLa llama que sobrevive al naufragio
Eliminar