Te miro como al dios del fuego en la Antártida
emergiendo de la magia del Hades,
lleno de férreas raíces
tensando las cicatrices del trigo.
En mis cavilaciones de espuma
se enredan las espirales
a tu jardín de lirios encarnados,
como penumbra firme y luminosa
en la sombra de lo que te sueño.
Derretida en el calor de tu prosa
me hago fuerte,
agua desarmada y constante
que sutura esta distancia suspensiva,
de latidos suspendidos
entre la resistencia de dos imanes feroces.
Vigilantes al roce esquivo del azar,
al arrullo de las brasas alumbradas
donde somos escrito amanecido
en campos libres.
Constanza Everdeen ® ©
Cuando el poema es el fuego vivo de tu mirada, Constanza, los versos tiemblan...
ResponderEliminarEl aroma telúrico de tu prosa, Johnny...
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