martes, 29 de septiembre de 2020

Heterótica poesía.



Abre mi blusa, quémate los dedos
dentro tengo un libro prohibido,
guardo relatos de dudosa decencia
sobre la vida que no quiere ser fingida.
Dicen de los versos rotos,
de la piel arrancada de Anteros
que imploro y desespero
pero hay historias de sangre limpia en ellos,
sucesión de justicias, saltos de agua
que mantienen mi cuerpo entero.
Lo que escribe el alma, lo prende el beso
rebosa en el rubor de los hayedos
en los límites que rebasan tus manos
y hacen de la fantasía, hechos.
Levanta mi falda y recoge esta cosecha,
en la ciudad de los mágicos desastres
hay espacio y fuerza ilimitada
para levantar torres y puentes.
Se Dios en mi umbral,
en las desaforadas fuentes
y esparce como el viento tus sabias semillas,
como savia en los campos de lo incierto.



Constanza Everdeen ® ©


sábado, 26 de septiembre de 2020

Inmune.

Envuelta en la mañana invento la tristeza 
y escribo que he visto el aire,
cómo el invierno se ha vestido con novelas vacías 
ocultando su sed de musgos húmedos. 
Miro el lecho grabado,
los cristales llovidos donde no se refleja el tiempo 
parece una sucesión de ensoñaciones 
de crímenes justificados 
por las calles lascivas de un cuento. 
Los ojos empedrados del día 
siguen el camino lento de las nubes desanimadas 
entre los disturbios murmurantes del alma, 
llora la copa todo el vino, 
sangra la fuente porque no sabe qué hacer 
con tanta inmunidad.






Constanza Everdeen  ® ©

viernes, 18 de septiembre de 2020

Quieta.



Entras en mi voz anudada
con tu pausa visionaria,
dejándome quieta,
derretida como una laguna salada
entre la presión de tus dientes 
y el discurso de tu cuerpo hambriento.

Ahora mismo en otra dimensión
me estás besando,
hundiéndome el nombre 
de todos los rumores alterados
que amanecen en mi cama.

Tu autoridad sujeta las crines de una diosa,
yegua oscura de incierto origen,
con himnos inagotables
desintegrando los fieles mitos
que ya no te salvan.

Mientras hay quien jura 
por la pureza de su vestido,
nosotros y otros como nosotros
se arrancan la ropa, gritan los ríos,
atan el agua para hacerla torrente
y que les caiga poderosa por la vida.

Ahora mismo, aquí y siempre
no hay odio que me alcance
vuelo libre, cada vez más alto
en el cuerpo que elijo 
en el cielo de los valientes.



Constanza Everdeen ® ©


lunes, 14 de septiembre de 2020

Silencio, sinfonía.


Aunque no arda lo incierto
yo creo en las sombras, 
en sus luces de colores,
los matices donde el alma se hace grande
y dibuja espacio para otra vida sin deshoras.

Vengo de tus nubes, entre danzas teatrales
traigo el rayo que aniquila cáscaras,
la escena en la que caen las máscaras
y suena el trueno.

A través de un misterio ruidoso
se llega al silencio de las caracolas.
Allí donde no duermen las mareas,
las grietas de la concha guardan la piel
y el sueño de los otoños distraídos.

En ese instante, en ese mundo
hasta la ilusión está llena 
y por fin descansa
en el fondo de una oquedad sin ojos,
sobre un lecho de calientes monedas.

Me despiertas en un aguacero lejano y hacedero,
con palabras que abonanzan caminos 
en las telas alegres, en los latidos tristes
componiendo dos sinfonías que ríen distintas 
y se silencian a la vez.




   



Constanza Everdeen ® ©



domingo, 6 de septiembre de 2020

Entre voces.



Puedo decirte tantas cosas
sin pronunciar tu nombre...
Decirte por ejemplo
que todo es hallazgo
y ternura de robles,
amilanando las voces más feroces
en las mansas distancias.
Con tu nombre puedo construirte eternidades 
de humo encantado,
lenguas de fuego o roces fugaces,
hacerte del olvido de un poema en tránsito
los lugares más grandes.
En la profunda caída
lluvia de hojas no escritas,
tú me besas lentamente
como besa la luz a la mar dócil
despertando la réplica de pleamares.
En tus manos lo delicado se hace fuerte
y grita discretamente tu nombre,
guardián del mío
cubriendo mi noche sigilosa
de algo que no ya no se puede llamar cercanía.



Constanza Everdeen ® ©

martes, 1 de septiembre de 2020

Mantras desordenados.



Acaríciame como el viento a las dunas,
haz de la brisa el susurro donde te hundas
como un secreto sin edad,
caminando de puntillas
en el beso leve y oscuro.
Moldéame este cuerpo dúctil,
erosiona este deseo sin término,
quiero alcanzar el mar
hasta hacerme óxido y sal
en tus dedos.
Levántame las comisuras
despierta los tejados y los gatos,
llévame a la cumbre más alta de tu cordillera
y déjame caer,
igual que esa gran ola anegadora
que nada te niega.
Desvísteme de este poema,
ante los ojos de un nuevo planetario,
cúbreme con mantras desordenados
frente a esas brasas que envidian nuestro fuego
como ceremonia, tradición que perdura.




Constanza Everdeen © ®