El tiempo sin tiempo devora la noche
muerde sus labios hasta la sangre
pintando signos de vida
en la dulce sonrisa de la muerte.
Crece el acantilado con la embestida del océano
crece el océano al estallar contra el acantilado
despierta a su fuerza invadiendo la tierra firme, cada grieta
con su violencia amorosa de espuma
talla la vida que desea ser tallada.
El siempre tan lleno, se resiente de espacios vacíos
de tambores crecientes, de las palabras debidas
reclama la realidad de la carne, del musgo
la tormenta que ensambla los huesos.
Es la libertad del viento, la ligereza del hatillo
la que aviva el rastro de fuego, la rebeldía del buscador
la que mueve el paso que sólo teme no ser dado.
Constanza Everdeen.
Pleno hasta los huesos, escucho al leerte, el aullido de los lobos que fui a buscar…
ResponderEliminarLa llamada de la luna, la búsqueda del loco
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