Tengo el corazón lleno de truenos
la marmita rebosante de preguntas
un templo escrito en el regazo
la calma pavorosa escondiéndose
en los rincones vigilantes de la noche.
Dispuesta a cruzar otro umbral de la muerte
veo los ojos de aguas milenarias que ardieron en los míos
siempre una ventana, reflejo de universos
siempre la enredadera tenaz que une los destinos
siempre la misma esperanza de abrazar el otro extremo.
Tiembla el papel, tiembla la tinta, tiemblo
atravieso la espesura boscosa del relato
con el hambre del lobo, con una luna en la frente.
Mar, marea de renglones, poderoso océano
busco el verbo que pueda sostenerme
me ahogo, soy un fantasma de agua
respirando la insoportable belleza
la luz que se hace en el oscuro recuerdo...
Constanza Everdeen.
Un epicentro atravesado por un rayo, a merced de un templo clavado en los ojos…
ResponderEliminarUn océano de verbos centelleantes...
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