lunes, 23 de abril de 2018

Nada se detiene, todo es mar.

El tiempo late en nuestras manos,
parece detenerse a cada golpe de cadera,
explosión de esferas,
como el mar estallando en la roca.

Menguante y creciente,
entre artificios imposibles de espuma,
amparado por nuestras órdenes de fuego,
ajenos a su incesante inmortalidad.

Navegantes de la cuarta dimensión,
sin necesidad de brújulas ni esdrújulas,
amantes de heridas deshabitadas,
no tememos el lugar donde comenzó la huida.

Querencia por las verdades vestidas de encaje,
por arrasar con azules los dominios,
desnudos de insomnios y preguntas,
haciendo del amor un océano,

la vida.


Constanza Everdeen ® ©



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