Cuántas veces al pisar la tierra se hunde el cielo.
Las semillas han devorado las luces,
el brillo perdiéndose en los ojos del estanque
la desnudez, las partes de aquello que guardamos
gimen por las noches que conjugan cuerpos.
Cuando los dientes se rinden, más muerde la vida
huye el ansia salvaje hacia una muerte alumbrada
lo que hemos amado está herido de barros y flores,
algo renuncia y se abre a otros labios
las lenguas engendran nuevas sombras.
En la oquedad del misterio vive la llama, la palabra clara
allí los temores convocan bosques y sendas
cantan los temblores, las miradas animales, nobles
se desprenden las horas indiferentes, las ausencias
la justicia reclama su sueño, besando su castigo.
Constanza Everdeen.