Aprietas la vida al cabecero
de un tálamo en oscuros azules,
mientras de tu verbo brillante
me nacen todos los poemas,
solo confesables a un dios
de diversos nombres.
Irisada y tácita
paladeo tu mirada solar
ante el arquetipo insaciable
que arrastra tu alada imaginación,
a ese bosque humanizado
de lenguas y dientes inquietos.
Se abren los pilares
lácteos y temblorosos
que apenas me sostienen,
gritan mudas espirales
acogiendo tu descenso,
susurran tu regreso a casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario