En el íntimo callejón
del severo desconocimiento,
ruedan húmedas manzanas
resplandecientes a la caricia de tu voz.
Devoro con los ojos tu discurso
sobre atávicas diferencias
mientras a mí, todo se me hace
del color mar de tu mirada.
Me sujetas sin tocarme
en la postura del orante
declarándome ferviente y mística
de tu divino lenguaje.
Desnuda y sin frío
despojándome de velos y palabras
mi fascinación en silencio
a la espera de tu beso.
Bajo el borsalino
tábula sintiente
preguntándome si tan latiente
como esta sibila distraída.
No hay comentarios:
Publicar un comentario