Te respiro en cada trazo,
haciendo trizas
todo lo que tenga aspecto de nuevo,
trenzas nostálgicas y desbaratadas
en tus manos de lino.
Habitándote con mis orbes traviesos
quietos a ratos,
como una diosa triplicada
cuando me tienes abrumada
y despejas la niebla de mi pecho.
Esta fábula de piel erizada y temblorosa
esta búsqueda hallada,
Dime, amor...
¿Cuántos latidos nos faltan hasta el beso?
Me desnudas en ceremonias vegetales
entre fuentes nocturnas
y fuego de alboradas,
ves lo que yo veo
y sin tregua,
lo haces eterno.
Este amor más allá de las estrellas aún no nacidas
reclama el color de la granada
un lecho de fauces abiertas al infinito,
la ternura de las suaves plumas
arrullando con sonidos metálicos,
el jardín satélite que te cuido.
Constanza Everdeen © ®
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