Escucho su susurro silente
y me llevo sus afluentes a la boca
bebo cada palabra inflamada
como queriendo cambiar el curso de la tarde,
alterando llamas y caudales
antes de que las nubes plomizas,
descarguen sobre nosotros
su deliciosa melancolía.
Esa melodía grave e inaudible
de acordes herbóreos y álgidos agudos
el lugar en el que todo se desvanece
como explosión de supernovas.
Hecha de olas musicales y espaciales
donde el mi nunca es posesivo
y nos declaramos pertenencia del mar.
Escucho al alado mensajero
mientras me habla con sus labios sellados
y yo se los abro con el beso,
como queriendo despertar
toda la verdad que existe
entre su aliento y el mío.
Creando invocaciones
rompiendo redes,
llamando a lo justo, lo divino y lo carnal.
Teniendo por testigos
a los que saben guardar
todos los secretos.
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