jueves, 28 de mayo de 2020

Siempre es ahora.

Entre la ilusión de mis paredes
caen tus primeras nieves
y brotan acordes maestros
que cierran las grietas.
De la tierra deslumbrada
nacen trinos y tormentas
crecidos de extrañeza
y sorprendente tamaño.
Presienten mis anchuras
cómo vienes y te quedas
en mi casa pequeña,
abierta a ti como un palacio
de cerrojos hábiles y sin puertas.
Soy fuerte en tu sueño,
vulnerable a tu camino perdido,
débil en el peso de tu carne,
resisto como la última hoja
en tu secreto estremecido.
Igual que una nota aguda y lejana,
en la ciudad del viento,
así danzan los velos impares
en las colinas de una diosa,
bailando entre los trazos veloces
de un capítulo sediento.



Constanza Everdeen ® ©

 

lunes, 25 de mayo de 2020

Nube de lumbre.


Me sostiene la muerte
entre sus brazos de hambre veraz
y las fieles palabras
tejiendo en lo invisible,
la cercanía de nuestros cuerpos.
No soy diferente 
a esa nube dispersa y libre
simulándote formas
entre las transparencias del cielo.
Ahora mi sangre es tan roja
como aquel beso eterno
bajo la lluvia tardía de los árboles.
Confieso dentro del fuego,
de qué están hechas las llamas
que atraviesan mis noches oscuras
y preceden al alba de piel abrasada,
a los muros caídos, 
a la memoria animal de las flores
en los campos temblorosos 
de tu sueño a gritos.
La luz nace en tus ojos
y desemboca en mi mar
de sonrisa oculta,
alzándose hermosa
como la canción del pájaro
que ha encontrado su nido.



Constanza Everdeen ® ©

viernes, 22 de mayo de 2020

Alas.


Amor extraordinario
es vivirte en lo sencillo
y acariciarte con satén
el mar huido de calma,
para que partan navíos voluntarios
a tu mirada de abismo. 

La sombra que me acompaña en las horas de sol
es tu misterio, la hoguera intacta
adorando mi desnudez vestida,
mientras los páramos se hacen vergeles
ante mis ojos de ti poseídos.

Amo el color con el que me creces
como acallas las voces muertas 
en el dolor abierto de la espina,
el saludo de tu sombrero 
en el arco de mi puerta
siempreviva, siempre esperada 
es la visita de tus dulces invasores.

Siento los matices oscuros 
del deseo que nos piensa,
sus arrojadas ocurrencias
atravesando nuestro limpio reflejo
devolviéndolo a la vida.



Constanza Everdeen ® ©



martes, 12 de mayo de 2020

Camino lento.

Camino tus pasos danzados
sobre las ondas líquidas
del lago lento,
senda peregrina de ideas
donde te siento.

Eres eco con cuerpo de barro 
penetrando mi galería acristalada,
mi cuerpo de afluentes crecidos,
con voces oscuras
y sobrado aliento.

La lluvia anfibia resucita
los moldes de la locura,
también somos niños en los brazos serios
de la sonrisa guardada 
en un museo.

Palpitan las hojas de los álamos
anuncia el viento tu recuerdo,
reviviéndote despacio
en las infinitas formas de esperarse,
en la posibilidad del sueño.

Muero en las canciones,
en la memoria desgarrada 
de la velada instantánea
porque juntos somos el oasis 
en la quimera arenosa.


Constanza Everdeen ® ©

martes, 5 de mayo de 2020

Hay días, en algún lugar, siempre.

Hay días tan tristes
que hundirían barcos.
En lienzo nublado
se pierde el firmamento,
sin locos marineros
ni sirenas naufragadas
solo quedan islas
y sus estrellados restos.

En algún lugar
dentro del cuerpo
algo se transforma
en espirales
y sonríe tranquilo,
descansa sobre el pecho
como el sol poniente
en el lecho de la luna.

Hay días tan radiantes
que son campos dorados
de duro trabajo,
quedándose pequeña
la palabra "amantes"
y la boca se hace
un túnel del tiempo,
donde el silencio se lanza
como un suicida de pelo rojo 
al  valor de lo sagrado.

En algún lugar,
habitación divina y abisal
el carbón nos dibuja
lagunas y diamantes,
recuerdos florecidos
entre atrevidas sílabas
donde nos vivimos despacio.


Hay días, en algún lugar, siempre...



Constanza Everdeen ® ©




viernes, 1 de mayo de 2020

La bondad del poema.

Quiero que leas en mis ojos
que todo lo vivo está hecho de fuego,
que en esta cansada y efímera estancia
abandono mi cuerpo a tu cuerpo,
a la búsqueda y encuentro
de tu quiero,
de tu quiero y puedo.
Hacerte entender que mi playa
es un " te amo" varado,
vestido de negro
en la cruz de tu pecho,
y que blancas son mis letras
en tus laureles de radiante plata.
Porque el cielo es aquí abajo
en todo lo que abrazamos
con los brazos y los versos
sin ciegos espectadores,
con la lucidez que solo da la bondad.
Hombre y mujer confundidos
en la piel diáfana de una novela
desmedida de besos y memorias
con un final abierto a la eternidad.


Constanza Everdeen ® ©