caen tus primeras nieves
y brotan acordes maestros
que cierran las grietas.
De la tierra deslumbrada
nacen trinos y tormentas
crecidos de extrañeza
y sorprendente tamaño.
Presienten mis anchuras
cómo vienes y te quedas
en mi casa pequeña,
abierta a ti como un palacio
de cerrojos hábiles y sin puertas.
Soy fuerte en tu sueño,
vulnerable a tu camino perdido,
débil en el peso de tu carne,
resisto como la última hoja
en tu secreto estremecido.
Igual que una nota aguda y lejana,
en la ciudad del viento,
así danzan los velos impares
en las colinas de una diosa,
bailando entre los trazos veloces
de un capítulo sediento.
Constanza Everdeen ® ©