Sin saber cómo estoy en pie,
me descubro igual que el ciprés solitario
soñando en la penumbra de los muros de piedra
guardeses de historias enterradas,
de vidas que no supieron derramar lágrimas.
Barrí las hojas secas de las losas
y compartí la soledad de mis muñecas
con mi fiel compañero el silencio,
el ángel azul que me lame las heridas
sin hacer preguntas.
Repartí flores desobedientes
entre los golpes
y el espacio aterrador
de mis rodillas separadas,
las mismas que me vieron correr
como la luz de un cometa
en ese patio de malas sombras.
Yo esperaba al niño...
y estoy en pie,
siempre rodeada de azules,
siempre acompañada de umbra,
siempre has estado aquí...
Constanza Everdeen © ®
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