Quieto como el abismo y su escrito
agitas mis simas veraces,
la sangre que te ofrezco,
para que empreñes de azules la vida
y nazcan puentes
que reúnan a los mendigos.
Beso corrido de bermellones
lenguas dilatadas y dilaciones
el cielo espectador sonríe
se torna juez insaciable
al que ahuyento de mis espejos
como la mala suerte
y todos sus números.
Sacudida y sin noción del día
después del océano nocturno,
marejada de verdugos y quimeras,
te muestro mi láctea estrella
para que vengas, amor...
Ven...
inúndame de olvido,
haz que tu nombre se me rompa en la boca.
Constanza Everdeen © ®
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