La noche que la veleta
hizo girar al viento,
me buscaste los lobos,
a lomos de un eclipse
tensado de aullidos.
Con la nieve en la cima
como una ofrenda que palidece
la abundancia de la tierra,
entre musgos prohibidos
y el tacto hermético de las piedras,
me encontraste el origen.
La luna con el vientre lleno
de mares de sol inagotable
y los árboles en sombra,
apuntando sus ramas derramadas
hacia la constelación de los héroes.
La noche que el viento
aquietó las alas al bosque,
yo dormí entre lobos
y nuestro silencio errante.
Constanza Everdeen ® ©
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