pero la mujer sigue ahí,
barriendo el camino
de amarga y dulce canela
para los postres futuros
y curar las soledades.
Las alas como losas plegadas,
la mirada vacía de tu mirada,
con entrega y sin plegaria
como ánima de un mundo
de lotos subterráneos.
Si estás herido y dices que sabes
no vengas a llamarme,
queda tanto por doler
que no puedo distraerme
de todo lo que muere.
A no ser que tu voz llegue libre
de otros vientos y cenizas...
Entonces, sí,
harás lucir mi puerta,
cada estancia, a cada instante.
Y me escribirás la historia de un nogal
que yo te leeré en el altar de tu abrazo,
así lleguen cálidos inviernos
y los mayores desafíos.
Constanza Everdeen ® ©
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