sábado, 26 de mayo de 2018

Siempre elegante.


Como Hades emergiendo desde la profundidad de mis entrañas,

el otro día casi te deseo el mal.
Pero lo hice bien,
deseé tu caída amortiguada sobre ese lecho neumático,
del color del que nunca tintaría mi cabello.

Lo hice bien, sí.

Porque estando a finales de verano,
una sabe que no puede pedir primaveras tardías,
y hay un estatus de madurez y maestría que mantener.

Para que no corra la sangre, corre la tinta,

y te escribo sobre fases lunares,
con la esperanza de que entiendas mis cíclicos demonios.

No hallarás nada más puro y veraz,

contenido entre curvas y sensuales aromas.

Porque en ese lugar en el que temo tu orden,

yo desordeno la ropa y silencio los insomnios.





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