Te paseas ante mis ojos inconsciente del fuego,
te persigo ávida sin mirarte,
en vehemente consecución de mi cánido designio.
Reclamo y me das aguaceros intermitentes,
donde bailo al ritmo de los tambores de tu pecho.
Pienso y camino inane,
codiciando entregas,
resistiendo sequías en las manos.
Se graban en ellas líneas de ausencias y lacónicas supernovas.
Me rindo a la estela fugaz del astro que me reina,
cedo a su gobierno para no perderme entre rebelión de vendavales.
Anhelo que se te haga incontable el número que destinas a los hados,
que sientas la revelación
y te arrojes a mi esfera en llamas.
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