sin siete velos
para tus desvelos.
Por pura piromania
el placer de ver arder
la buena madera de la que estás hecho.
Con ingenua alevosía,
dejándome hacer.
Por amor caníbal
en ágape voraz de carnes
batalla a pequeña muerte.
Desde siempre
hasta el nunca de tu sonrisa.
Leal a mis principios y finales
a todo lugar donde estás tú.
Vehementemente,
siendo el antidios de todas mis entregas
creyentes de ritual de encaje negro
adoración de la piel
y sus accesorios.
Arraigadamente,
para que no exista deseo de fuga
pero sí de regreso.
En la quietud de un no parar
con nudos sostenidos
y graves inflexiones.
A través de los silencios
bajo lluvia de letras
sin paraguas, sin medida.
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