En esta irreverencia onírica
con diabólica hambruna
a puñados devoras mis flores,
abrasando los extensos campos
de esta herejía acompasada.
Manan manantiales
como advenedizas señales
de verbos de oro puro
y plata fulgurosa.
Nos miramos como dioses encarnados
con la líquida humildad
de nuestros estallidos
abatidos sobre un lecho
grabado de lirios.
La amante nigromante
de tu venus en creciente caligrafía,
audaz y temblorosa la lectura
de tu centro visceral.
Akásica necesidad de escuchar
todos los registros de tu voz
la memoria constante
de todo elemento y criba
de lo que no pertenece al fuego.
Quizá si alcanzamos las sombras
lluevan pétalos en las cuatro esquinas,
en cada cristal roto y aún vivo,
en la distancia imposible
entre tu silencio y el mío.
Constanza Everdeen © ®
"Quizá si alcanzamos las sombras
ResponderEliminarlluevan pétalos en las cuatro esquinas..." Hermoso poema
Gracias, compañero de letras.
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