La primera huella de mi hombre del espacio en Venus
rebosa pensamientos de un azul tan profundo
como el primer beso consciente de la tierra.
A mi anónimo cosmonauta
cuando me hace gritar sus nombres,
yo le lluevo las estrellas del mar
que abraza nuestra isla.
Mi amante planetario nieva en mis deseos
orbitándolos en galaxia de alas afiladas
donde sólo existe lo que entregamos.
Mi extraño y astral ermitaño
devora con férrea voluntad
cada suspiro arrancado,
estallando entre los tremulentes sostenes
de este lar nutrido de alientos y condenas
en el que el paraíso se viste
de voz y letras desnudas.
Mi sidéreo caballero
hace de mí
un semillero arrebolado
de poesía impaciente
de sol naciente
y alunado.
Constanza Everdeen © ®
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