Tengo tu voz haciéndome justicia
en las sombras,
como el sol sin piedad
que alimenta la sed de los helechos.
Muero en el temple de tus cuerdas vocales
atada al do mayor de tu palabra,
acudo a tu silbido insolente
con la piel de lobo despierta
distinguiéndote entre todas las nieblas
y caminos.
Me hablas sobre lo prohibido de tu silencio,
me recitas la espuma y el agua,
me cuentas las cuentas del collar,
me declaras el amor con verbos fugitivos
combatiendo danzantes
con la belleza de tu corazón parlante.
Tu voz...
donde no existen causas imposibles,
tu garganta...
la cueva que me realiza.
Constanza Everdeen. ® ©
Se pone el sol bajo el horizonte de tus versos...
ResponderEliminarSu voz, el arroyo del que bebo.
La sonrisa del sol, mi horizonte...
Eliminarsu voz, llamas en mis versos.